¿Qué papel cumple la mujer en la película Surcos?
Surcos se estrenó en los cines el 26 de octubre de 1951 y narra la historia de una familia campesina que se traslada a la ciudad en busca de nuevas oportunidades. El filme aborda como tema principal la inmigración interna que sufrió España durante el franquismo, reflejando las tensiones entre el mundo rural y el urbano, la descomposición de la estructura familiar tradicional y la precariedad social.
A modo introductorio, es necesario diferenciar dos arquetipos femeninos representados en la época: la «mujer buena» y la «mujer mala«. Durante el franquismo, la «mujer buena» era aquella asociada a las buenas costumbres, entendidas como un conjunto de códigos de conducta y valores sociales, éticos y culturales que, desde la infancia, era transmitidos por las madres. Entre estos valores se encontraban la sumisión, la honradez, la honestidad y la religiosidad. Vamos, el «pack completo» para ser una esposa modélica según el manual de régimen.
Estas normas sociales delimitaban el comportamiento esperado de las mujeres dentro de lo que se consideraba «correcto». Para los hombres, una buena mujer debía ser trabajadora, modesta, prudente, delicada, afable; debía saber dirigir su hogar, planchar fregar, cocinar y dedicar su tiempo a la educación de los hijos. Este rol lo encarna Rosario. Ya hablaremos de ella más adelante.
Este esquema se refleja claramente en la construcción de los personajes femeninos de surcos, que funcionan como símbolos dentro del discurso moral de la época. Por un lado, la madre representa el modelo de la «mujer buena»: abnegada, discreta, vinculada al hogar y a la unidad familiar. Su papel es esencialmente pasivo, pero sostenedor. Ella simboliza los valores tradicionales del mundo rural, incluso cuando el entorno urbano amenaza con destruirlos.
En contraposición, aparece el personaje de Pili, una joven que ha adoptado los valores de la ciudad moderna, rompiendo con el ideal femenino del régimen. Es coqueta, autosuficiente, trabaja como corista en ambiente de dudosa moralidad y mantiene una relación con el mafioso local, Don Roque. Su figura sirve como elemento desestabilizador del núcleo familiar, y su representación en el filme está impregnada de juicio moral. Ella encarna la figura de la «mujer peligrosa», asociada a la pérdida de la honra y a la corrupción del hombre.
Esta contraposición evidencia cómo el franquismo proyectaba sobre las mujeres una dualidad que limitaba cualquier posibilidad de agencia personal o evolución fuera del modelo normativo. Además de los arquetipos individuales, el papel de la mujer se entiende también en el marco más amplio de la familia, institución fundamental durante el franquismo. En surcos, la familia campesina representaba ese modelo tradicional que entra en crisis frente a la realidad urbana. Dentro de ese núcleo, la figura femenina, especialmente la madre, cumple una función clave como transmisora de valores, pero también como pilar de resistencia frente a la descomposición moral y social.
En este contexto, la familia actúa como una institución de control social. Es en ella donde las mujeres son educadas e iniciadas en los códigos de comportamiento que regirán su vida. El sistema familiar que se perpetúa durante el franquismo es el tradicional, basado en un modelo patriarcal. El padre es el cabeza de familia, titular de la patria potestad y principal sostén económico. La madre, en cambio, queda relegada al espacio doméstico, donde asume las labores del hogar y la educación moral de los hijos, consolidando así los valores impuestos por el régimen.
Este reparto de roles refuerza una estructura jerárquica que no solo organiza el interior de la familia, sino que también proyecta el orden político y moral del franquismo sobre el conjunto de la sociedad. En este sentido, el cine de la época, y en particular Surcos, no solo refleja esta dinámica, sino que también la interroga, mostrando sus fisuras y contradicciones.
Rosario: modelo de virtud
El arquetipo de la «mujer perfecta» encuentra su representación en Rosario, hija del titiritero. A pesar de vivir en un barrio de chabolas a las afueras de Madrid, Rosario encarna los valores femeninos idealizados por el franquismo: es afable, servicial, modesta y siempre dispuesta a atender tanto a su padre como a su prometido. Su comportamiento, recatado y respetuoso con los códigos morales de la época, refleja la educación recibida en un entorno familiar que reproduce los roles tradicionales.
El director subraya visualmente esa distinción a través de un detalle estético significativo: Rosario es rubia, en contraste con otros personajes femeninos del filme.

La presión social también se hace visible en la relación con Manolo, el hijo menor de los Pérez. Para evitar escándalos, el padre de Rosario impone que no vivan bajo el mismo techo hasta estar casados. Solo acepta la relación una vez que los jóvenes formalizan su amor «como Dios manda»; es decir, manteniendo la virginidad de Rosario hasta la noche de bodas.
En una escena reveladora, al encontrar al señor Pérez limpiando, Rosario asume de inmediato las tareas del hogar, reafirmando así su papel naturalizado como ama de casa eficiente y sacrificada. En ningún momento el personaje es sometido a violencia directa, no porque esté libre del sistema opresivo, sino porque ella ya encarna perfectamente los valores prescritos por el régimen.
¿Sabías que…?
Durante el franquismo, el matrimonio se convirtió en un ritual de Estado bajo la moral nacional‑católica. El hombre era cabeza de familia y sostén económico, mientras que la mujer quedaba relegada al hogar y a la educación de los hijos. Este modelo garantizaba el control social y la transmisión de valores tradicionales, subordinando el amor y la convivencia al objetivo de procrear y adoctrinar cristianamente a la descendencia.
Pili, arquetipo de la «mala mujer»
El arquetipo de la «mala mujer» se materializa en Pili: una mujer rebelde, libre y astuta, incluso imprudente. Su actitud desafía la moral cristiana en escenas como el beso en las escaleras de la corrala, el intento de compartir la cama con un hombre sin estar casada, el acto de fumar en público o su voluntad de entrar en espacios tradicionalmente masculinos, como los bares. Su cuerpo, deseado por los hombres le confiere un poder adicional sobre ellos.
El dominio que ejerce Pili sobre los hombres aparece, sin embargo, como un peligro. Aquellos hombres que se junte con mujeres como Pili verán sus vidas caer en desgracia. Eso mismo es lo que le ocurre Pepe, cuya existencia se vuelve cada vez más desgraciada al intentar satisfacer todos los caprichos de Pili.

A diferencia que Rosario, Pili sufre episodios de violencia machista: cuando «El Mellao» la agrede por usar su influencia para que Pepe obtuviera un nuevo trabajo; y en el patio de la corrala, donde, entre mujeres y niños, recibe una paliza en público. Tras la agresión, esas mismas mujeres legitiman la violencia de hombre, evidenciando una ausencia de sororidad hacia quien se sale del rol tradicional de esposa y madre. Pili sufre doble agravio, el dolor físico de los golpes y la humillación pública, refuerza la jerarquía patriarcal.
Para subrayar el poder masculino, «El Mellao» le dice: «Si lo quieres de veras, cariño, te daré unos sopapos, que eso es lo fetén, y luego nos enamoramos como dos palomas. Estas palabras, pronunciadas al forzarla a marcharse con él, condensan el mensaje: la supremacía del varón, justifica la violencia. Y es que durante el franquismo no existía un marco legal que protegiera a las mujeres frente a la violencia, ni el ámbito público (violaciones, abusos de las fuerzas del orden) ni en privado (violencia doméstica). Es al contrario, la ley reforzaba la subordinación de la mujer al hombre y consideraba los conflictos conyugales como asuntos estrictamente privados. Como vemos en la película si un hombre abofetea a una mujer no pasaba nada, incluso algunas lo justificaban con ¡Algo habría hecho!
La película quiso transmitir la idea de que un hombre enamorado de una mujer «poderosa pero de mala influencia » corría el riesgo de sufrir un destino trágico. Por tanto, ¿Pili es realmente la culpable de la muerte de Pepe? Nos da a entender que sí, pues fue ella quien consigue ese trabajo peligroso, y al mismo tiempo provoca la enemistad de su ex pareja, que acaba matándolo.

La madre: el matrimonio
¿Qué función cumple la madre?
La madre aparece en el hogar realizando las tareas domésticas y administrando la economía familiar; o, al menos, así debería ser. La mujer casada se circunscribe al ámbito privado: al cuidado de los hijos y a las labores del hogar, y está sometida a la autoridad del patriarca.
Sin embargo, ¿Por qué es el padre quien acaba realizando las tareas de la casa? Una posible explicación es que, al llegar a la ciudad, la moral se corrompa y los valores de la familia tradicional queden rotos, otro, que se trate de una parodia dirigida a hombres incapaces de ejercer su papel de patriarcas y sustentadores económicos.
Los roles de género se restablecen cuando el padre recibe una carta con una oferta de trabajo. Ante ello, exclama: «Tengo trabajo de hombre y este mandil te los vas a poner tú. Y te vas a meter en la cocina, que es tu lugar«.
En otra escena en la que desafía la normativa marital imperante es cuando la madre oculta al padre que Tonia recibe clases de canto. «El chamberlain» urde todo un entramado para cortejar a la joven. Cuando el progenitor descubre la verdad, agrede a su esposa. La violencia no le reste ese halo de bondad, pues cuenta con la aquiescencia de los presentes: un gesto que refuerza la jerarquía al devolverla a un posición de inferioridad.

No existe reproche a la agresión del padre, incluso, Engracia, su amiga, refuerza la aceptación de la agresión por parte de su marido al comentar: «en ocasión semejante, mi marido, que en gloria esté, me dejó para ocho días en cama«. Vemos que no existe empatía, como ocurrió con Pili. En este caso la amiga le advierte que la agresión podía haber sido peor. Es un claro ejemplo de justificación de la violencia como mecanismo de mantenimiento de la estructura conyugal, en la que los agresores son protegidos y las víctimas, culpabilizadas.
Tonia: modelo de la «buena y mala mujer»
A lo largo de la película uno de los personajes que sufre una transformación es Tonia, la hija mediana. Al comienzo, Tonia era una mujer de buenas costumbres, sin embargo, al llegar a la gran ciudad cambia. Ésta sueña con ser cantante al ver en los carteles de variedades a mujeres que le parecen bellas y sofisticadas. Pronto entra en contacto con Don Roque «El Chambelain», un nuevo rico que le promete facilitarle una carrera artística, pero que finalmente la abandona una vez ha mantenido relaciones sexuales. Con ello Tonia pierde su honra y la de su familia.
En la escena que aparece vestida con una bata de plumas, fumando y con el pelo recogido en un moño alto, da la impresión de haberse convertido en una «mala mujer». Cuando el padre la ve, sin pronunciar palabra, la abofetea y la devuelve sus ropas. El mensaje es claro: las decisiones de una mujer no conducen a buen puerto y es el padre de familia quien debe solucionarlo. Otra vez la agresión a una mujer se presenta como un mecanismo «necesario» para reconducirla y dejar patente la jerarquía familiar.

«El Chambelain» hablando con Tonia antes de la actuación.
La única forma de reparar la deshonra de la familia es casándose con Don Roque. Sin embargo, éste se niega e, incluso, se burla de Pepe mientras le hace la petición. Le dice que su único interés era su hermana y que ahora que lo ha logrado ya no le interesa. Una vez más, se muestra a la mujer como la única culpable de la situación.
El director pretende dejar claras las posiciones de las mujeres en la familia y en la sociedad. Hace uso de la violencia como instrumento necesario para afianzar los valores y la jerarquía masculina frente a las mujeres. Este es el reflejo del comportamiento normativo que deben mantener los personajes femeninos y de las consecuencias de incumplir esas normas.
Conclusiones
Surcos fue una película que rompió los esquemas del cine de la época, dominado por la propaganda del régimen de Franco y la exaltación del folclore. Nos permite visualizar la dificultad de los campesinos emigrantes en la ciudad y pone de relieve los graves problemas de la dictadura franquista: la miseria rural y urbana, así como la falta de oportunidades en una economía autárquica. Además, aunque suponemos que no era la intención del director, exhibe el machismo socialmente aceptado de la época, que hoy nos resulta inaceptable.
Bibliografía
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