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De Imperios a Naciones

Juan Martín Díez, El Empecinado

Juan Martín Díez el Empecinado retrato Goya

Imaginad que sois un joven campesino en sus treinta a principios del siglo XIX, cuya única preocupación es que las cosechas no se echen a perder y vivir una buena vida junto a vuestra esposa. De pronto, un día veis a un pelotón francés acosar a una joven dama española. Entonces decidís (después de matarlos junto a vuestros vecinos) dejar vuestra vida junto a dos amigos para echar a los invasores franceses y, más tarde, convertiros en uno de los héroes más importantes de la historia de España y figura protagonista del movimiento guerrillero.

Bueno, la causa exacta que motivó a nuestro protagonista, Juan Martín Díez, a luchar contra el ejército napoleónico no es más que una leyenda, habladurías de la gente. Pero de lo que sí debemos estar seguros es que la intervención de Juan Martín fue clave para la victoria de los españoles, el derrocamiento del rey José I y la expulsión de los franceses de la península.

El origen del Empecinado

Juan Martín Díez nació el 2 de septiembre de 1775 en Castrillo de Duero, un pueblecito de Valladolid con, actualmente, unos 150 habitantes. Recibió su apodo debido a que el río que atraviesa su pueblo deja pecina, una especie de cieno negruzco, a su paso. Así, la gente llamaba despectivamente a los lugareños «empecinados».

Hijo de un labrador bien posicionado, el Empecinado siempre tuvo gran interés por el mundo militar y las armas. Por eso, con tan solo 18 años se alistó para luchar en la Guerra del Rosellón, donde los españoles perdieron estrepitósamente contra los franceses.

Enfadado por la derrota, Juan comenzó una gran formación militar en cuanto a manejo de armas y dirección de soldados por parte de oficiales. Sin embargo, poco después se retiró a Fuentecén, donde conoció a su futura esposa, Catalina de la Fuente.

Primeras hazañas contra los franceses

Tras la revuelta del 2 de mayo de 1808 en Madrid, muchos se unieron al ejército o crearon partidas que atacaban a los invasores en la medida de sus posibilidades. El Empecinado fue el líder de una de ellas, formada por amigos y familiares. Fue cerca de Honrubia de la Cuesta (Segovia) donde empezaron sus primeras acciones, interceptando correo francés para cortar sus comunicaciones.

Al comienzo del verano, Juan se unió a la milicia del Ejército de Castilla comandada por el general Gregorio García de La Cuesta. Ésta se encargaba de cortar las comunicaciones francesas entre Madrid e Irún. Ambos bandos se enfrentaron en una batalla en Cabezón de Pisuerga el 12 de julio, con la total derrota de los españoles.

Al ver el mismo resultado en la batalla de Medina de Rioseco, el Empecinado comprendió que no ganarían a los franceses en una batalla justa. Por eso, junto a sus compañeros, volvieron a los movimientos de guerrilla. Así intentarían, de una forma más sutil, cortar las comunicaciones, interceptar mensajes y capturar los suministros que enviasen.

La ventaja de las guerrillas era claramente el factor sorpresa. Benito Pérez Galdós nos describía en sus Episodios Nacionales:

“En las guerrillas no hay verdaderas batallas; es decir, no hay ese duelo previsto y deliberado entre ejércitos que se buscan, se encuentran, eligen terreno y se baten. Las guerrillas son la sorpresa, y para que haya choque, es preciso que una de las dos partes ignore la proximidad de la otra. (…) Su principal arma no es el trabuco ni el fusil; es el terreno, sí, el terreno, porque según la facilidad y la ciencia prodigiosa con que los guerrilleros se mueven en él, parece que se modifica a cada paso prestándose a sus maniobras”.

B. Pérez Galdós. Episodios Nacionales: Juan Martín El Empecinado.

Auge del Empecinado

Debido a sus hazañas, la fama del Empecinado subió como la espuma. A finales de 1809 fue llamado para organizar a los guerrilleros de Guadalajara. Entre Madrid y Zaragoza, Juan llevó a cabo sus operaciones más importantes. Al mando de quinientos hombres, entorpeció las comunicaciones y puso en aprieto a las guarniciones francesas.

Como era un gran líder, un excelente soldado y pagaba cuando tocaba (ya sabemos lo que nos tira a los españoles el dinero), muchos se presentaron voluntarios para luchar bajo su mando. Así, en 1811 éste ya comandaba una división de casi seis mil hombres.

El daño sufrido por las tropas francesas era tan grande que el mismo Napoleón encomienda al general Sigisbert Hugo que acabe con él a cualquier precio.

El militar realmente lo intentó durante tres años, pero nunca logró su cometido. Los guerrilleros eran demasiado escurridizos para sus soldados. Intentó atraerlo a cambio de dinero, pero éste lo rechazó. Por último, Hugo encarceló a la madre de Juan y a otros familiares, con amenaza de fusilarlos. Sin embargo, el Empecinado le instó a hacerlo, pero le advirtió que si lo hacía mataría a cien franceses que mantenían como rehenes, así como asesinar cruelmente a todo francés que se cruzase con él o sus hombres. Asustado de que llevase a cabo su amenaza, el general francés liberó a los rehenes.

Las hazañas del Empecinado se contaban por todo el país. En 1812 algunos teatros de Madrid representaron sus gestas. En 1814 Juan Martín finalizó la guerra con el título de mariscal de campo y Fernando VII (de nuevo en el poder) le concedió el privilegio de firmar como «El Empecinado».

A pesar de su predisposición por la lucha, Juan nunca toleró el bandidaje, por lo que estuvo envuelto en varias peleas con sus propios compañeros. Eliminó varios grupos que extorsionaban a los pueblos en nombre de la clase patriota. Lo admiraban y odiaban a partes iguales, y sufrió motines de sus hombres.

“Tres tipos ofrece el caudillaje en España, el guerrillero, el contrabandista, el ladrón de caminos. El aspecto es el mismo, solo el sentido moral los diferencia. (…) La Guerra de la Independencia fue la gran academia del desorden. (…) Los guerrilleros constituyen nuestra esencia nacional, (…) la dignidad dispuesta al heroísmo, la crueldad inclinada al pillaje”.

B. Pérez Galdós. Episodios Nacionales: Juan Martín El Empecinado.

La traición del rey

Tras la guerra, el sentimiento de unión que había entre los españoles se perdió. Muchos guerrilleros no fueron capaces de volver a la vida normal, por lo que degeneraron hacia el bandolerismo.

Por su parte, Fernando VII estaba feliz de haber recuperado el trono, aunque no tanto por los movimientos liberales que se dieron en su ausencia. El rey reinstauró el absolutismo y el Empecinado fue desterrado en Valladolid por orden del monarca, quien lo persiguió por sus pensamientos liberales. Las victorias del mariscal ya no importaban para Fernando VII.

A comienzos de 1820, el Empecinado se sumó al levantamiento del general Rafael del Riego en Las Cabezas de San Juan en defensa de la Constitución de 1812. Durante el Trienio Liberal, el Empecinado fue nombrado Gobernador Militar de Zamora. El rey se vio obligado a firmar la Constitución del 1812. Sin embargo, tras la intervención en 1823 de los Cien Mil hijos de San Luis, un ejército francés al que Fernando VII pidió ayuda, se vuelve a instaurar el absolutismo y el Empecinado huye a Portugal.

Un tiempo después, el rey autorizó a Juan a volver a España con todas las garantías, pero era una trampa. El Empecinado y sesenta de sus hombres fueron apresados en Olmos de Peñafiel, vecino de su pueblo natal, y fueron llevados a Roa, a unos 20km al norte.

Una vez allí, Juan Martín fue humillado y vejado durante 10 meses llegando, incluso, a exhibirlo en la plaza del mercado dentro de una jaula. Se le acusó de la muerte de civiles durante el último conflicto en el que participó. El juez, enemigo de Juan, lo condenó a morir en la horca, muerte que se reservaba a los delincuentes. El Empecinado pidió ser fusilado en honor a los servicios prestados a España, pero su petición fue denegada.

El 20 de agosto de 1825, el Empecinado era llevado a la horca subido sobre un burro desorejado para sumar más humillación a los últimos momentos del militar. Como último recurso y usando una fuerza descomunal, el Empecinado rompió las cadenas que lo sujetaban e intentó acogerse a sagrado, pero no llegó a alcanzar el templo. Los soldados lo detuvieron y arrastraron a Juan con una soga hasta el suplicio y ahorcado sin una última ceremonia.

El Empecinado en la actualidad

Actualmente podemos encontrar monumentos a la memoria del Empecinado en lugares donde el héroe combatió. El pueblo de Roa alzó un monumento en honor del Empecinado en 1993. Además, todos los años, en el aniversario de su muerte, se organiza un homenaje a su figura, recreando su prisión y muerte.

Los restos de Juan Martín yacen en un mausoleo en Burgos, construido en 1851 en la calle Fernán González por petición popular.

Pérez Galdós lo describió con grandiosas palabras:

“Poseía en alto grado el genio de la pequeña guerra, fue el Napoleón de las guerrillas, no hubo otro en España ni tan activo ni de tanta suerte. (…) Al estallar la guerra se había echado al campo con dos hombres, como Don Quijote con Sancho Panza, y empezando por detener correos, acabó por destruir ejércitos”

B. Pérez Galdós. Episodios Nacionales: Juan Martín El Empecinado.