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De Imperios a Naciones

Cripta de los Condes de Buenavista

Si hay un lugar donde la muerte emerge como la gran vencedora, ese lugar es este. Un espacio en el que aquel que se aventura se encuentra entre el umbral de la vida y la muerte. Un escenario escalofriante y a la vez fascinante para todos aquellos que lo han visitado. Un precursor de las capillas de huesos en Évora o los cementerios italianos de los padres capuchinos.

Un legado histórico en la Iglesia Santuario de la Victoria

Iglesia de la Victoria

La historia de la Cripta de los Condes de Buenavista se remonta a agosto de 1487, cuando los Reyes Católicos lograron la rendición de los musulmanes en Málaga. En ese momento, en una pequeña colina donde Fernando el Católico había establecido su campamento, se erigió una ermita para albergar la imagen que el rey tenía en su oratorio. Esta imagen recibió el nombre de Virgen de la Victoria, en honor a su supuesta intervención en la reconquista de la ciudad, y fue reconocida como patrona de la ciudad. El ermitaño fray Bartolomé Coloma se encargó de custodiarla y proporcionarle culto.

En 1495, los frailes mínimos se establecieron en la ermita y, junto a ella, se construyó un convento y una nueva iglesia más grande. Para financiar su construcción, se utilizaron donativos del rey y de particulares, pero una fuente importante de ingresos fue la concesión de capillas para enterramientos. Uno de los solicitantes fue D. José Guerrero Chavarino, descendiente de comerciantes de origen italiano, quien recibió el título de Conde de Buenavista en 1689. El conde eligió el lugar detrás del presbiterio del templo para construir su capilla, ya que el convento de la Victoria pertenecía a los Córdoba, Condes de Casapalma.

En 1642, debido al estado ruinoso de la iglesia, se le negó la autorización para la construcción de su panteón. Esta situación condujo a la destrucción del templo el 11 de junio de 1693, con el propósito de erigir una nueva iglesia. Sin embargo, los costos de la cripta, sacristía y camarín, sacristía exterior, campanario, pórtico y un cementerio comunitario tuvieron que ser cubiertos a través de las limosnas del conde.

Después de seis meses del fallecimiento del Conde de Buenavista en Madrid, la iglesia fue inaugurada en junio de 1700. Sin embargo, surge la pregunta: ¿Dónde fue enterrado el conde? Provisionalmente, sus restos fueron sepultados en el convento de los Mínimos de la ciudad de Madrid, mientras su esposa intentaba transportarlos a Málaga, aunque finalmente esto no fue posible.

Para la construcción del panteón familiar en el convento de la Victoria de los frailes mínimos en Málaga, el Conde de Buenavista contrató a Felipe de Unzurrúnzaga en Madrid. Este destacado arquitecto se estableció en la ciudad y dejó un legado duradero hasta su muerte en 1740. Además de sus habilidades como retablista y maestro en la arquitectura, obtuvo cargos destacados como alarife en Málaga en los años 1715-16, 1719-20 y 1731.

Interior de la Iglesia de la Victoria

Breve descripción de la Iglesia Santuario de la Victoria

La iglesia se caracteriza por su planta de cruz latina, compuesta por tres naves y un coro alto. En el crucero, se encuentra una impresionante cúpula sostenida por pechinas, mientras que los brazos del crucero se disponen en forma de ábsides. El apilastrado de la iglesia muestra una elegante combinación de órdenes de capiteles dóricos y corintios. Destaca especialmente el camarín que se sitúa sobre el retablo, atrayendo de inmediato la atención hacia la capilla mayor.

La Cripta de los Condes de Buenavista: comienzo del ascenso a los cielos

El Panteón de los Condes de Buenavista se encuentra adosado a la cabecera de la iglesia, separado de esta. La cripta forma parte de un conjunto arquitectónico que incluye el camarín-torre, compuesto además por la sacristía y el camarín de la Virgen de la Victoria. El programa iconográfico se inspira en los Ejercicios de San Ignacio de Loyola. Este espacio invita a la reflexión sobre la muerte y el pecado, siendo un lugar propicio para la penitencia y el arrepentimiento de los fieles. Está decorado con calaveras, esqueletos, huesos, relojes, guadañas, cirios, tambores y otros símbolos que evocan la naturaleza transitoria de la vida humana. Desde una perspectiva cristiana, la muerte se representa como un mero paso hacia otro estado.

La sala tiene una planta cuadrada con dimensiones de 8,5 metros de ancho por 3,30 metros de alto. El suelo está compuesto por cuadros blancos y negros, recordando un tablero de ajedrez. En el centro de la sala se encuentran cuatro columnas que representan los cuatro elementos fundamentales: agua, fuego, tierra y aire. La sala está compartimentada por cuatro bóvedas decoradas con calaveras y huesos, haciendo alusión a la numerología.

Cripta
“Si la más acabada en hermosura/ en discreción, en gala y gentileza/ ver pudiera. Al espejo la figura/ en que ha de convertirse su belleza/ tendía menos brío y más mesura/ más humildad y menos altiveza/ ojos modestos, lengua refrenada/ pecho sencillo y alma reformada”

En las paredes hay nichos separados por pilastras adosadas con figuras espeluznantes que predominantemente representan la muerte. Estas figuras incluyen mujeres, hombres, ancianos e incluso niños. Según Juan Tembory, este retablo representa los diferentes estados del alma después de la muerte, algunos representan la resurrección y otros representan a los condenados al infierno.

En algunos rincones se encuentra la parca Láquesis o la muerte llevando a Adán y Eva hacia una trampa, simbolizando de esta manera el pecado original mediante la inclusión del árbol. En otros espacios, se retrata a un hombre cubriéndose el rostro para evitar enfrentarse directamente a la muerte, mientras que también se representa a la muerte con un niño en sus brazos esqueléticos. Estas representaciones son un poderoso recordatorio de cómo la muerte llega a todas las personas sin distinción de género, etnia o edad.

La prudencia está representada con un rostro triple, simbolizando las edades de la vida: pasado, presente y futuro, relacionado con las virtudes de la memoria, la inteligencia y la previsión.

En el tímpano, podemos apreciar la representación de esqueletos que tocan tambores, empuñan guadañas, sostienen cirios o están sentados sobre el orbe. Los tambores evocan los tambores del Apocalipsis, mientras que los cirios simbolizan la luz de la vida que la muerte apaga implacablemente. Los espejos, por su parte, nos muestran el reflejo de nuestra propia existencia y nos recuerdan que, sin importar nuestro estatus como obispos o reyes, al final todos nos convertiremos en meros huesos, ya que la muerte no hace distinciones. El orbe representa el mundo en el cual la muerte siempre está presente y prevalece. Estas representaciones nos hace recordar que, al final, todos compartimos el mismo destino de convertinos en huesos y polvo.

Al adentrarnos en la cripta, a nuestra izquierda, encontramos los majestuosos sepulcros de los Condes de Buenavista. Estos sepulcros representan a los condes y a su amada esposa en una representación sorprendente de juventud eterna. Aparentan tener tan solo alrededor de 22 y 14 años, respectivamente, lo cual evoca la idea de un alma intocada por el paso del tiempo. La posición de los personajes en oración, frente a frente, crea una atmósfera de profunda espiritualidad y conexión.

Cartela marienista adornada con una cruz incrustada

En el centro de este impresionante escenario, se destaca una cartela marienista adornada con una cruz incrustada en paralelo a los sepulcros de los condes. La cruz, en su radiante dorado y pedrería, simboliza la poderosa redención de Cristo, quien triunfa sobre la muerte y el pecado. El oro, en toda su magnificencia, representa la inmortalidad y la sabiduría divina, mientras que las piedras preciosas reflejan la transformación del espíritu, el tránsito de la oscuridad hacia la luz.

Coronando la cruz, se alza un elegante frontón quebrado, del cual emerge un esqueleto sosteniendo la balanza del juicio, mientras angelitos lloran a su alrededor. Este simbolismo evoca la transitoriedad de la vida humana y la necesidad de rendir cuentas por nuestras acciones. La balanza del juicio, con sus atributos reales pesados cuidadosamente, nos recuerda la inevitabilidad y la imparcialidad de la muerte. Entre la cripta y el camarín, un espacio de importancia clave en este conjunto, se encuentra la sacristía. Ésta con su significado simbólico y su conexión con la vida eclesiástica, complementa de manera armoniosa el conjunto arquitectónico y temático de la cripta.

El Camino al Camarín: las escaleras que conducen al cielo

Relieve en la pared que representa a San Francisco de Paula

Para acceder al camarín desde la cripta, se asciende por una escalera que simboliza el tránsito del purgatorio a la morada de la salvación eterna, gracias a la intercesión de la Virgen. Esta escalera consta de 48 peldaños, un número que es múltiplo de 8 y, por lo tanto, tiene un significado cristológico. Al subir, nos encontramos con un relieve en la pared que representa a San Francisco de Paula. En esta representación se refleja su iconografía de humilde renuncia al pontificado, aunque también se observan tres coronas con la tiara, haciendo alusión a su relación con tres papas.

El camarín de la Victoria: la llegada a los cielos

En el último tramo de la escalera se vislumbra la promesa de redención. Allí, emerge un espacio deslumbrante, uno de los máximos exponentes del arte rococó. Una planta octogonal se revela ante nuestros ojos, bañada por una luz radiante que contrasta con la oscuridad de la cripta. Sus paredes están engalanadas con exquisitas yeserías blancas, que recubren cada centímetro, espejos que multiplican el resplandor y cartelas que albergan letanías, símbolos y emblemas marianos, creando una maraña ornamental que oculta los elementos arquitectónicos. Observamos ese horror vacui. Predomina el color amarillo, el color del oro y un símbolo cristológico por excelencia. También se hacen presentes pinceladas de rojo, evocando la realeza, y azul, reflejando la devoción mariana.

Cúpula del camarín de la Victoria

Cada uno de los lados del octógono está adornado con relieves alternados que representan símbolos marianos y están enmarcados por cartelas. Además, dos medallones inclinados, dotados de espejos, reflejan la imagen de la Virgen con las letanías inscritas en las cartelas. Los espejos, en este contexto, adquieren su significado a través de los propios textos de las letanías.

Virgen de la Victoria

En el centro del camarín, un trono-baldaquino (actualmente en proceso de restauración) se alza sobre cuatro ángeles-termes, sosteniendo la peana donde reposa la Virgen. La virgen de la Victoria es una Virgen Theotokos, término que se emplea para referirse a aquellas representaciones escultóricas en las que la Virgen aparece sentada en un trono con el niño en su regazo.

Museo de la Victoria

Durante nuestra visita al Museo de la Iglesia Santuario de la Victoria, tuvimos la oportunidad de contemplar una pieza de incalculable valor. Se trata de un manto de terciopelo celeste, exquisitamente bordado en plata, que fue encargado por la malagueña Anita Delgado, maharaní de Kapurthala en la India. Este magnífico manto fue confeccionado como muestra de agradecimiento por la sanación de su hijo.

Además de este tesoro, el museo alberga otras piezas históricas de gran relevancia. Entre ellas se encuentran los mantos utilizados por los Reyes Católicos, Isabel II y Carlos IV, los cuales poseen un valor histórico incalculable. Asimismo, en una vitrina se exhibe el auténtico báculo de San Francisco de Paula, cuidadosamente preservado.

La visita al Museo de la Iglesia Santuario de la Victoria se convierte así en una experiencia enriquecedora, donde se pueden apreciar no solo obras de arte religioso de gran belleza, sino también objetos que narran historias y testimonios de figuras destacadas de la historia.

Manto elaborado por Anita Delgado