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De Imperios a Naciones

La mujer más temida de los mares: Ching Shih

Pensemos en los piratas. Seguro que se nos viene a la cabeza el estereotipo más grande. Hombre fornido de pelo largo, con un parche en el ojo, un miembro amputado (ya sea el pie o la mano) y un loro en el hombro. Un pirata como Dios manda que se pasaría la vida de pelea en pelea buscando tesoros y enterrándolos para que nadie más los encuentre.

Los primeros ejemplos de este pirata modelo están descritos en las novelas de Charles Johnson. Sin embargo, todo esto no son más que leyendas y estereotipos. En primer lugar, admitiréis que es un poco estúpido pasarte la vida buscando un tesoro para que, en lugar de gastarlo cuando lo encuentras, lo entierras para que nadie te lo quite. No todos los piratas tenían la misma constitución ni habían tenido la mala suerte de perder algún miembro (dejando ya de lado el hecho de que todos fuesen capaces de adiestrar a un loro). Además, aunque en menor medida, también encontramos muchas figuras femeninas que quisieron adentrarse en el mundo de la piratería, como Anny Bonny o Mary Read.

De entre éstas, destacaremos la figura de Ching Shih, una mujer que fue capaz de salir de la prostitución y encontrar su libertad en el mar al frente de una temible flota que dominaría el sur de China. Ching Shih nace sobre 1775 con el nombre de Shi Xianggu. Su nombre «artístico» es una occidentalización de su nombre, el cual significa «esposa de Cheng I«.

Los comienzos de Ching Shih

Los primeros datos que poseemos sobre esta gran protagonista de la piratería china es su trabajo como prostituta. Ella trabajaba en «barcos de flores», que eran burdeles sobre el mar situados en el río de las Perlas. La función de estos barcos de flores era satisfacer sexualmente a ricos y poderosos clientes que iban en busca de compañía. Los barcos los decoraban lujosamente con vidrieras y candelabros para captar a los clientes. Sin embargo, a pesar del lujo, las condiciones de trabajo de las mujeres eran pésimas.

La vida de Ching Shih cambió drásticamente cuando aparece Cheng I. Este pirata organizó la confederación de las Seis Flotas, donde cada una de ellas portaba una oriflama de color distinto (rojo, amarillo, violeta, verde, blanco y negro). Después de un tiempo Cheng I se casa con Ching Shih, en 1801, con la condición de la mitad de su riqueza y de compartir el mando de su extensa flota, la cual sería la más importante: «La flota roja«.

Seis años después, Cheng I muere, pero no se sabe si ahogado por una en una tormenta o envenenado con un plato de orugas venenosas por cortesía de su tripulación. Una cosa sí que está clara, que su muerte natural no fue. Durante ese tiempo habían ampliado su confederación mediante el monopolio del comercio de la sal en la zona controlada por ellos, en torno a Macao y Cantón.

La pirata Ching Shih

Ching Shih hereda seis escuadras con 500 barcos de un peso de quince a doscientas toneladas cada uno y dotados de veinticinco cañones por banda. No obstante, aumentará a 1.800 barcos y una tripulación de 80.000 hombres. En comparación, la flota de Barbanegra era insignificante, con sus 400 hombres y sus cuatro barcos.

Para mantener el control de la Flota Roja, Ching Shin mantendrá una relación con su hijo político Cheung Po Tsai. La flota comandada por ella arremetía entre las sombras contra barcos de mercaderes y juncos. No obstante, a través de estas prácticas los comerciantes entregaron una gran cantidad de dinero a cambio de garantizar su seguridad. Este sistema económico será adoptado por éstos obligando a todo aquel que quisiese seguridad a pagar una buena suma de dinero.

Esta mujer de armas tomar no se contentó con el saqueo en el mar y comenzó a saquear aldeas y mercados. Ante tal fuerza de poder que mostraba su flota, los almirantes imperiales le temían. Dentro del historial de batallas que libró, destacamos la de 1808 donde destruyó 63 de las 135 naves de la flota naval cantonesa.

La flota roja de Ching Shih

Este poderío en el mar nos muestra su gran habilidad como estratega militar. No obstante, en 1809 el gobierno solicita la ayuda de británicos y portugueses para hacerle frente. Estas grandes flotas consiguieron la oportunidad perfecta de hundir los barcos de Ching Shih, mientras ésta se encontraba en un bahía reparando otras embarcaciones.

En lugar de conseguir la victoria, la flota naval del gobierno provoca la huida de la flota de Ching Shih. Esto se debió al uso de los «barcos de fuego», es decir, barcos cargados de explosivos. Éstos debían ir en dirección a la flota de Ching Shih, pero un cambio en la dirección del viento consiguió abrir una brecha en el bloqueo de los barcos del gobierno.

El final de esta travesía viene cuando se fisura la confederación llegando al punto de un enfrentamiento entre la Flota Roja y la Flota Negra. En 1810 la Flota Negra acepta una amnistía, abandonando 5.000 piratas. Ching Shih al ver que sus días de gloria habían llegado a su fin decide pactar con el gobierno.

Ésta consiguió que se le permitiese mantener una parte de sus barcos para uso personal, conservar las ganancias del botín que había acumulado durante su tiempo como pirata, adquirió la absolución y un puesto en la armada para sus hombres. Los días hasta su muerte transcurrieron en familia con sus dos hijos y su marido Cheung Po Tsai, quien se convirtió en oficial de la marina. Su fin llegó en 1844 a la edad de 69 años.

Su figura se encuentra en obras como la de José Luís Borges Historia universal de la infamia o en poemas chinos del siglo XVI, en los que se dice de Ching Shih:

Atrapada por el viento suave,
su falda de seda ondea y se agita.
El loto florece en los zapatos ajustados,
Como si ella pudiera mantenerse sobre la aguas otoñales.
La punta de sus zapatos no asoma más allá de la falda,
por temor a que se vean los pequeños bordados.