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De Imperios a Naciones

La gripe española

La gripe española acabó con la vida de 50 millones de personas en todo el mundo entre los años 1918 y 1920. Aún así, las cifras exactas de muertos durante esta pandemia se desconoce, ya que otras fuentes apuntan a 100 millones de fallecidos. Las cifras oficiales de muertos en España fueron devastadoras. En su inicio, en 1918, arrasó con la vida de 147.114. En 1919 acabó con 21.245 personas y, en 1920, con 17.825. España contaba por ese entonces con una población total de cerca de 20 millones de habitantes.

Para entender un poco más esta pandemia los investigadores hablan de olas, en concreto de cuatro. La primera, en la primavera-verano de 1918, se presentaba con una elevada mortalidad en la ciudades, una limitada difusión geográfica y una baja mortalidad. La segunda ola aparece a finales de agosto. Esta vez vino con más fuerza. La mortalidad y la enfermedad en uno o dos meses aumentó en pocos días por todo el mundo. Se estima que fue en esta ola otoñal cuando se produce alrededor del 70% de las muertes. Una última ola aparece en el invierno de 1919. También fue virulenta, pero más extendida en tiempo y espacio. Ya en 1920, aparecieron algunos casos repartidos por el mundo, pero no hubo las mismas características de la pandemia de 1918-19, es decir, su extrema mortalidad y su predilección por grupos de edad de 20 a 40 años desaparece.

La pandemia se produce durante un contexto bélico. En estos momentos Europa era escenario de un conflicto que enfrentaba a países tan poderosos como Gran Bretaña, Alemania, Italia, Rusia y Estados Unidos. Un conflicto que afectó a colonias y países aliados como África, Asia, Oriente Medio y Australia. Estados Unidos intervino en la guerra en 1917 y los escenarios principales de la guerra eran Luxemburgo, Países Bajo, Bélgica y Francia.

Una de la principales preguntas fue dónde se originó la gripe española. En relación a su origen han habido discusiones. En febrero de 1918 un médico de Haskell County, Kansas, observó un brote de gripe más severo de lo normal entre sus pacientes. Observó que esos casos graves afectaban a los más jóvenes, esos mismo jóvenes que se alistaban a filas para luchar en los campos europeos. El 4 de marzo se registró en campamentos militares en Kansas un aumento repentino de casos de gripe entre los soldados. El virus fue extendiéndose de campamento a campamento hasta llegar a la costa, donde esos jóvenes soldados embarcaban con destino a Francia.

La rápida difusión del virus por el mundo en poco tiempo se debió a que coincidió con el final de la Primera Guerra Mundial. El gran número de soldados afectados no frenó el envío masivo de tropas, por lo cual el virus continuó expandiéndose por el campo de batallas y llegando a la población civil. A Sudáfrica e India llegó a través del tráfico marítimo intenso a causa de la guerra. En esta primera ola millones de personas fueron infectadas, pocos murieron, pero afectó a la vida laboral y a las estrategias militares de la Primera Guerra Mundial. Dichas alteraciones se tenían que esconder del enemigo, motivo que llevó a censurar las noticias de la epidemia.

Sobre el origen también se plantea que sea China el primer escenario de la enfermedad. Se conoce que en la provincia de Shanxi, en 1917 aparece una enfermedad respiratoria. Sabemos que en el invierno entre 1917 y 1918 aproximadamente 96.000 trabajadores chinos fueron enviados a las trincheras británicas y francesas en el frente Occidental. Por este contacto con los europeos durante el transcurso de la guerra se piensa que China sea una opción del origen de la gripe.

Ahora bien, el virus llegó a España en los meses de mayo y julio. España era un país neutral y la prensa se hizo eco de la noticia. El ABC, el 22 de mayo de 1918, publica por primera vez una referencia a la aparición de una enfermedad parecida a la gripe, pero con síntomas leves. En la sección de notas rápidas con el título Madrid al día escriben «Cosa rara en verdad resulta dar con un pariente, testamentario o amigo que no esté enfermo de la gripe o que convalezca de ella. Esta dolencia se nos ha encajado en Madrid, y no en calidad de apacible «isidro», sino de molesto huésped. En los asilos, en los cuarteles, en las casas de vecindad. Por si teníamos poco que rascar, esa enfermería para nuevo excitante».

A causa de la libertad de prensa con respecto a otros países la enfermedad fue bautizada como «gripe española». Al principio, los habitantes de España no se lo tomaron en serio, incluso ellos bautizaron a la gripe como Soldado de Nápoles. Este nombre pertenecía a una canción que por aquel entonces sonaba en la zarzuela, La canción del olvido, y al igual que el virus era muy pegadiza. Tan pegadiza que incluso, como observamos en la actualidad con esta pandemia, no respetó a ninguna jerarquía e infectó al rey Alfonso XIII y a Manuel García Prieto, por aquellos tiempos Jefe de Gobierno. Otras personas públicas hallaron la muerte, como el pintor Gustav Klimt o el sociólogo alemán, Max Weber.

La mortalidad a causa de la pandemia fue desigual en diversas regiones del mundo. Por poner ejemplos no afectó de igual modo a regiones como Estados Unidos, Europa y Australia que a Samoa Occidental, Guatemala y Camerún. Incluso, dentro del mismo país no afecto de forma similar. En el caso de Sudáfrica, la población autóctona, tuvo una tasa de mortalidad cuatro veces mayor que los colonizadores europeos. Esto se debió a lo que han denominado «el síndrome de la miseria», es decir, aquellas personas con escasez de recursos y otras enfermedades, condiciones de vida precarias, poca higiene y sin ayuda institucional como atención médica, tenía más posibilidad de fallecer que otros con recursos. Esto mismo se aplicaba en los suburbios y zonas rurales de países desarrollados.

Durante la pandemia se esperaba que el grupo de riesgo fuesen los mayores de 65 años, enfermos crónicos y niños menores de un año. Sin embargo, y para sorpresa de muchos, el grupo al que le afectaba con mayor severidad fueron los de edades entre 20 y 40 años. ¿A que se debió? Pues la teoría más aceptada fue por la citocina, una proteína que pertenece al sistema inmunológico y favorece la inflamación del área que sufre una infección. Los jóvenes fallecían ahogados por un exceso de citocinas provocado por su propio sistema inmunitario.

Los principales síntomas eran la fiebre elevada, cansancio corporal, diarreas, vómitos y dificultad para respirar. Sin embargo, la principal causa de la muerte era la neumonía bacteriana secundaria. La principal dificultad que encontraron los científicos fue que desconocían los virus, por lo que no se podían realizar pruebas o diagnósticos. A su vez no había vacunas, ni medicamentos antivirales, ni antibióticos para las infecciones bacterianas. El antibiótico no llegaría hasta el verano de 1928, cuando el científico Sir Alexander Fleming descubrió la penicilina, el antibiótico más usado en el mundo.

Los métodos de prevención ante la gripe fueron una buena higiene personal, la implementación del aislamiento, la cuarentena y el cierre de lugares públicos como las escuelas y los teatros. En algunas ciudades se impusieron ordenanzas que exigían el uso de mascarillas en público. En la ciudad de Nueva York incluso había una ordenanza por la que se multaba o encarcelaba a las personas que no se cubrieran al toser. Finalmente, la gripe española remitió en el verano de 1919, gracias a las prevenciones y, sobre todo, a la mutación genética natural del virus.


El escritor Miguel de Zábarraga escribió desde Nueva York para el diario ABC cómo se atenuaba en Nueva York el dolor de las familias. Lo narró con sumo detalle en la Crónica macabra. Lo más sorprendente del relato es como había familiares que acudían a médiums, quienes habían alcanzado una gran difusión en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, para invocar al espíritu de sus difuntos.