El papel de la mujer en la historia no siempre ha sido muy agraciado, hasta que, a principios del siglo XIX, las mujeres comenzaron a reivindicar derechos igualitarios. No obstante, hasta el momento, el papel de la mujer se mantenía firme. Sus únicas participaciones en la vida social (aquéllas que podían) estaban circunscritas al ámbito educativo y sanitario. El nivel de analfabetismo de la mujer estaba prácticamente erradicado a principios del siglo XIX gracias al movimiento protestante de reforma religiosa que, al propugnar una interpretación libre de los textos sagrados, proporcionó a las mujeres una vía para aprender a leer y escribir.
Dentro de las reivindicaciones, el movimiento por los derechos igualitarios de la mujer reivindicaba el acceso a los estudios superiores. El resultado fue que las mujeres adineradas pudieron cursarlos en centros como Vassar Collage, Ridcliffe College y Barnad College. Como resultado al acceso de la mujer a la educación surgió un movimiento que desembocó en el primer feminismo a mediados del siglo XIX.
Para ponernos en contexto, la Declaración de Sentimientos de 1848 tiene antecedentes en la Europa revolucionaria y liberal. Nos encontramos que en 1791, durante Revolución Francesa, Olimpia de Gouges publicaba Declaración de los Derechos de la Mujer y la ciudadanía . Por otro lado, en Gran Bretaña en 1792 Mary Wollstonecraft publicó A vindication of the Rights of Woman (Vindicación de los derechos de la mujer). No obstante, las norteamericanas fueron pioneras en organizarse como veremos ahora; la declaración de Seneca Falls pasó a ser el primer documento colectivo.
La Declaración de Sentimientos
En los días 19 y 20 de julio de 1848 en una localidad del Estado de Nueva York se celebró una convención de mujeres, en la que también participaron hombres, con el fin de discutir las condiciones y los derechos sociales, civiles y religiosos de las mujeres. De ahí surgió el primer documento colectivo del feminismo estadounidense denominada Declaración de Seneca Falls o Declaración de sentimientos. A la convención acudieron 300 personas, y de éstas 68 mujeres y 32 hombres firmaron el documento. El manifiesto fue obra de mujeres de diferentes edades. Entre ellas estaban Lucretia Mott, Elizaberth Candy Stanton, Susan B. Anthony, Mary A. McClintock o Jane Hunt.
Algunas de ellas fueron defensoras del movimiento antiesclavista como Lucrecia Mott quien, después de fundar junto a su marido la Pennsylvani Anti-Slavery Society y encontrar resistencia por parte de los hombres, decidió fundar la Philadelphia Female Anti-Slavery Society, una sociedad abolicionista exclusiva para mujeres. El apego al movimiento abolicionista se debía a que ambos movimientos ansiaban conseguir el mismo objetivo, la igualdad de derechos.
El diseño de la declaración fue responsabilidad de Elizaberth Candy Stanton. El documento sigue el modelo de la Declaración de Independencia de 1776. Fue sustituyendo partes como en las que aparece el rey de Gran Bretaña, que fue sustituido por «el hombre» como culpable de las desigualdades sufridas. Hallamos otro cambio en la parte en la que se exponen los agravios sufridos por el monarca, el cual fue sustituido por los sufridos por el hombre.
El texto se divide en tres partes. Primero encontramos el preámbulo, donde expone la demanda de igualdad de derecho. Le sigue una descripción de los agravios sufridos por el hombre como el derecho al voto, el sometimiento a la dependencia conyugal y exclusión de niveles de educación y empleos.
En la última parte del texto hallamos un resumen de los argumentos y una llamada a la movilización reivindicativa, cuyo fin era alcanzar los derechos y privilegios que le pertenecían por ser ciudadanas de los Estados Unidos. Dentro de las reivindicaciones, la que más polémica suscitó fue la del derecho al voto, la cual llevó a muchos a retirar su apoyo.
La Declaración de Seneca Falls planteaba exigencias civiles, sociales y religiosas. Sabemos que las mujeres casadas estaban sometidas al hombre. Por tanto, no podían controlar sus ingresos, no decidían domicilios e, incluso, no tenían derecho a controlar su herencia. Ahora, las mujeres pedían el derecho a tener propiedades, negocios o libertad para administrar su dinero.
La historia de la humanidad es la historia de las repetidas vejaciones y usurpaciones por parte del hombre con respecto a la mujer, y cuyo objetivo directo es el establecimiento de una tiranía absoluta sobre ella. Para demostrar esto, someteremos los hechos a un mundo confiado.
El hombre nunca le ha permitido que ella disfrute del derecho inalienable del voto. La ha obligado a someterse a unas leyes en cuya elaboración no tiene voz./ Le ha negado derechos que se conceden a los hombres más ignorante e indignos, tanto indígenas como extranjeros. Habiéndola privado de este primer derecho de todo ciudadano, el del sufragio, dejándola así sin representación en las asambleas legislativas, la ha oprimido desde todos los ángulos. Si está casada la ha dejado civilmente muerta ante la ley./ La ha despojado de todo derecho de propiedad, incluso sobre el jornal que ella misma gana./ Moralmente la ha convertido en un ser irresponsable, ya que puede cometer toda clase de delitos con impunidad, con tal de que sean cometidos en presencia de su marido.
Declaración de Seneca Falls, 1848 (A. Lario (2014) 346)
En definitiva, la convención de Seneca Falls fue el espacio donde se firmó la acta de constitución formal del movimiento por la igualdad de derechos de las mujeres. Un movimiento organizado que luchó por alcanzar lo que años después consiguió el sufragio femenino en 1920. Sin embargo, las mujeres afroamericanas tuvieron que esperar más, concretamente hasta 1965, para alcanzar ese mismo derecho.
Bibliografía
[1] RUBIO, A. D. J., «El movimiento feminista en los Estados Unidos de Seneca Falls en los años veinte», en: Quiaderns de la Igualtat, Ed. Univesitat Rovira i Virgili. Consultado online el 21 febrero de 2021 http://llibres.urv.cat/index.php/purv/catalog/book/349
[2] LARIOS, A. (Coord.) (2014), Historia Contemporánea universal. Del surgimiento del Estado contemporáneo a la primera Guerra Mundial. Alianza Editorial, Madrid.
[3]DUBY, G. Y PERRAUT (eds.) (1993) Historia de la mujeres. IV El siglo XIX, Taurus, Madrid.
[4]PEREZ GARZÓN, J.S. (2018), Historia del feminismo, Los libros de la catarata, Madrid.