En la historia de la filosofía dos nombres marcan un antes y un después, Sócrates y Platón. Sin embargo, un tercer nombre aparece en el círculo de filósofos, Aristóteles. Aristóteles fue originario de Estagira, localidad de la península de Calcidíca, dominada por los macedonios. Pasó a ser discípulo del filósofo ateniense Platón y maestro de uno de los grandes conquistadores de la antigüedad, Alejandro Magno.
Nació en el año 384 a.C. en Estagira, una localidad que acabó en el año 348 a.C. reducida a cenizas. Su familia se dedicó a la medicina, incluso, su padre Nicómaco fue el médico del rey Amintas III. Estuvo orgulloso de pertenecer a la estirpe de los Asclepiadas, cuyo fundador no pudo ser otro que Asclepio. En su caso, no sabemos con exactitud, pero su padre pensó en traspasarle el cargo de médico del rey al igual que su abuelo había hecho con él. No obstante, su muerte vino en el 367 a.C. y Aristóteles pasó a ser tutelado por Próxeno de Atameo. Fue éste quien mandó a Aristóteles a Atenas cuando percibió las grandes cualidades que tenía para el estudio de todo tipo de materia.
Su maestro no se equivocó. Al llegar al gran centro cultural de entonces, Atenas, y por casualidades del destino, Aristóteles acabó en la Academia de Platón, donde quedó fascinado por su maestro, pero más adelante terminó criticando sus posturas filosóficas.
Su estudio no se centró solo en ramas de la filosofía como la metafísica, la lógica o la psicología, sino que abarcó el estudio de la física y las ciencias naturales como la biología, la zoología y la botánica, así como ciencias humanas como la política, la poética o la estética. Tenía un conocimiento tal que le permitió analizar y comprender aquello que le rodea.
Aristóteles tras veinte años en la Academia de Platón se marchó a la muerte de éste en 347 a.C. A pesar de ser el discípulo más preparado para ocupar el puesto de Platón en la Academia, su condición de extranjero se lo impedía. Finalmente, el cargo lo ostentó Espeusipo, sobrino de Platón.
El siguiente destino fue Asia Menor, donde aterrizó en los aposentos de Hermias; un soldado y eunuco convertido en tirano de Artaneo. Las buenas relaciones se estrecharon cuando Aristóteles se casó con Pitíades, hija adoptiva y sobrina de Hermias, con la cual tuvo una hija, Pitias la joven. Durante tres años recorrió ciudades de la región de Misia como Aso, donde abrió una escuela. La escuela convirtió a la ciudad en un autentico centro intelectual. La estancia en Artenea acabó con la muerte de Hermias, lo cual llevó a nuestro filósofo a trasladarse a Mitilene. Allí se hospedó hasta el 343 a.C. cuando recibió la invitación de Filipo II a ser uno de los maestros de su hijo Alejandro, el cual tenía trece años. En sus años de formación, Alejandro aprendió, sobre todo, la cultura griega.
La educación de Alejandro acabó el 340 a.C. cuando él inició su educación estrictamente militar. Aristóteles volvió a su localidad de origen, donde muere su mujer. Si embargo, éste volvió a contraer matrimonio, esta vez con Herpilia, con la que tuvo a su hijo, Nicómaco. En el 335 a.C. cansado de Estagira decidió volver a Atenas. Una vez asentado allí fundó el Liceo, una nueva escuela que adquiere ese nombre por hallarse en el interior de un recinto dedicado al dios Apolo.
Sus seguidores serían conocidos como los Peripatéticos (este término le sonará a aquellas personas que hayan visto la serie Merlí). Peripatéticos es un término griego que se traduce en «itinerantes» y que hace alusión a la costumbre de Aristóteles y sus discípulos de enseñar, discutir y debatir mientras paseaban. También, fue durante esta estancia en Atenas cuando nuestro filósofo escribió gran parte de sus obras, como Constitución de los atenienses o Ética a Nicómaco.
El motivo que llevó a Aristóteles, no solo a alejarse de sus discípulos, sino de dejar atrás Atenas, fue la muerte de Alejandro en 323 a.C.. Dicha muerte avivó las llamas del movimiento antimacedonio de Demóstenes. Por ese motivo nuestro filósofo decidió mudarse a Calcis, en la isla de Eubea, donde murió en el año 322 a.C. Si Aristóteles no hubiese tomado la decisión de abandonar Atenas y hubiese caído en manos de sus adversarios, éste hubiese sido juzgado por el mismo delito que costó la muerte de un gran filósofo, Sócrates. Según cuenta la tradición Aristóteles pronunció estas palabras antes de salir de la ciudad: «No permitiré que pequéis por segunda vez contra la filosofía»