En la antigua Grecia, la mujeres estaba sometida a un sistema patriarcal, limitadas por normas sociales y legales que las mantenía bajo el control de los hombres. En ciudades-estados como Atenas, las mujeres eran mayoritariamente confinadas al ámbito doméstico. Aquellas mujeres de clase alta tenía como papel principal el cuidar del hogar (oikos), criar a los hijos y realizar tareas como tejer y cocinar. No tenían derechos de ciudadanía y no podían participar en la vida pública, es decir, no podían asistir a asambleas o votar. Además, estaban constantemente tuteladas por una figura masculina, ya fuera el padre, esposo o algún pariente cercano.
Por otro lado, las mujeres espartanas gozaban de mayor libertad y derecho que las atenienses, incluso recibían educación. Dentro de esos derechos encontramos el poseer y administrar propiedades. Las espartanas tenían un papel más activo en la sociedad y tenía mayor autonomía para manejar sus hogares y fincas, así como de participar en rituales religiosos importantes. Las atenienses, a pesar de sus restricciones, también desempeñaban roles importantes en la religión como sacerdotisas, pero ya en época helenística.
El control de la herencia: el Epiclerado
La cuestión de la herencia en la antigua Grecia estaba profundamente influenciada por estas normas patriarcales. Las mujeres atenienses, por lo general, no podían heredar propiedades directamente. Solo en los momentos en el que un padre fallecía sin tener hijos varones. Para evitar que estos bienes familiares se perdieran en manos de otra familia a través del matrimonio, nació el epiclerado (proviene de las palabras griegas «epi» (sobre) y «Kleros» (herencia o lote). Una institución jurídica encargada de que estos bienes quedaran en manos de sus familiares. Ahora bien, ¿Cómo funcionaba?
En el momento en el que una mujer heredaba de su padre las propiedades por falta de un heredero varón, automáticamente pasaba a ser un epíclera. Para garantizar que la propiedad permaneciera bajo control masculino dentro de la familia, la epíclera estaba obligada a casarse con el pariente más cercano al difunto, ya sea un tío, primo u otro familiar. Este matrimonio garantizaba que la propiedad permaneciera bajo control masculino dentro de la familia, manteniendo la cohesión del linaje y la propiedad familiar en manos de hombres. Observamos que en todo este proceso la mujer nada más es un vehículo para trasmitir las propiedad de un pariente masculino a otro.
Conclusión
El epiclerado es un claro ejemplo de cómo la sociedad griega buscaba mantener el control de las propiedades en un entorno patriarcal, asegurando que las mujeres actuaran solo como intermediarias para la transferencia de bienes. Esto refleja la profunda desigualdad de género en cuanto a derechos de propiedad y participación económica en la antigua Grecia.
Bibliografía
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