Cuando emprendemos un viaje a un lugar desconocido muchos tendemos a informarnos de los lugares que podemos visitar y de las actividades que podemos realizar. Sin embargo, para llegar a nuestro destino acudimos a los mapas o, gracias a la tecnología actual, el GPS o Google Maps.
En el pasado, sin embargo, los viajeros tenían que echar mano de mapas impresos en folletos llenos de indicaciones con símbolos que acababan, en muchas ocasiones, por agotar la paciencia a más de uno por no entender lo que significaban.
El objetivo de la cartografía siempre ha sido representar el espacio que nos rodea de la forma más realista posible, representando la cosmovisión del mundo en un momento histórico concreto. En la Edad Media, los mapas no tenían la intención de plasmar el mundo tal cual es; abandonaban las descripciones geográficas y el rigor científico propio de la cultura grecolatina por representaciones simbólico-religiosas. Concretamente, respondía a la cosmovisión cristiana que tenía la sociedad medieval.
En el mundo islámico comienza una ardua tarea de traducción de los textos clásicos que sobrevivieron a los numerosos incendios de bibliotecas. Las traducciones de los textos griegos y alguna que otra información más sobre pueblos y culturas orientales serán aprovechadas por el Occidente cristiano. El mundo oriental mantiene el contacto con los escritos clásicos, así como con la literatura fantástica y viajera que les lleva a elaborar mapas más cercanos a la realidad.
En este post nos centramos en la evolución de la cartografía del Occidente cristiano. Ésta estuvo marcada por dos grandes tradiciones que llegarán hasta el Renacimiento. Por un lado, tenemos a Macrobio, principal impulso de los mapas macrobianos; y, por otro lado, Paulo Orosio e Isidoro de Sevilla. No obstante, los primeros mapas medievales ilustraban copias de textos clásicos y religiosos; ideogramas esquemáticos y de trazos sencillos.
Los mapas macrobianos
Macrobio abogaba por un mapa sencillo con aspiraciones científicas, con el fin de mantener el legado grecorromano. Éste tomó la teoría del cartógrafo griego Crates de Malos (180-150 a.C.), según la cual la tierra era plana y estaba dividida en cinco bandas paralelas diferenciadas por su clima.
Esta concepción de la tierra la hizo suya en su obra Comentario al Sueño de Escipión, donde estudió una obra de Cicerón escrita en el año 51 a.C. De ahí extrajo los conocimientos cosmográficos de la época, que le permitió definir con detalle la concepción del orbe y determinar las latitudes que comprendían cada franja. No obstante, Macrobio tuvo que hacer frente a los ataques de la iglesia y sus teorías se mantuvieron en debate durante siglos.
Los mapas diagramáticos y de T en O
Paulo e Isidoro tomaron grandes mapas romanos y los adaptaron para que representaran fielmente las enseñanzas de la biblia, poniendo más énfasis en el Génesis. Este tipo de mapas fueron la base de los posteriores mapas medievales. Mapas esquemáticos, de carácter cristiano y tripartito ( la tradición cristiana divide la tierra en tres continentes, que corresponde con los tres descendientes de Noé: Jafet, precursor de los indoeuropeos; Cam, de los africanos y Sem, de los asiáticos).
Paulo Orosio impulsó los conocidos mapas diagramáticos, en los que adapta modelos romanos a los dictámenes de la iglesia. En su obra Historiae adversus paganos nos describe la visión que tiene del mundo. Nos detalla una gran masa continental en la que se reconocen tres continentes; África, Asia y Europa. Está orientado al este y rodeado por una océano que rodea toda la tierra y que se adentra en ocasiones, como el Mediterráneo, que destaca por sus grandes dimensiones. San Isidoro de Sevilla tomará la visión tripartita de San Agustín, quien a su vez lo toma del esquema de Orosio.
Isidoro de Sevilla toma el legado de Orosio y elabora los primeros mapas de T en O (Orbis Terrarum). Este tipo de mapa representa los tres continentes hasta entonces conocidos, África, Europa y Asia, dentro de una «O» y enmarcado en una «T». La superficie terrestre se encuentra rodeada de un océano del cual emanan afluentes, siendo el más grande el mar Mediterráneo, que forma el trazo vertical de la «T». El trazo horizontal está representado por el Nilo, el Dardanelos y el mar Negro. Este tipo de mapa fue difundido por Isidoro de Sevilla en su obra Etimologías (622-633).
Los mapas en los beatos medievales
Los Beatos toman su nombre de Beato de Liébana, monje benedictino quien autor de Comentarios al Apocalipsis de San Juan en el siglo XVIII. Éstos aluden al compendio de manuscritos de la obra de Beato. Dentro de los Comentarios al Apocalipsis de San Juan nos encontramos mapamundis con novedades como la incorporación de un nuevo continente y la inclusión de ubicaciones de nuevos enclaves geográficos
A partir del siglo VIII los mapas fueron enriqueciéndose de nuevos elementos para responder a una función propagandística. La iglesia comprendió, a raíz de la popularidad que alcanzaron los mapas como los incluidos en los Beatos, que los mapas podían tener una función divulgativa de la fe, así que añadió nuevos elementos cristianos como Escenas de la Creación del Mundo, el Juicio Final o el viaje de San Pablo.
La cartografía progresó con la Renovación Cultural apoyada por el emperador Carlomagno. A principios del siglo IX, entorno a catedrales y monasterios, abren bibliotecas y escuelas destinadas principalmente al clero. En ellas se podían aprender las siete artes liberales, trivium (gramática, dialéctica y retorica) y cuadrivium (música, aritmética, geometría, astronomía).
En este contexto los mapamundis comenzaron a ser usados como un instrumento pedagógico; ofrecían la oportunidad de aprender la geografía y la historia del mundo descrita en los texto clásicos. Además, permitían ilustrar aquellos recorridos de protagonistas del Antiguo y Nuevo Testamento. Volvieron a aparecer toponimias, pero cercadas a los centros de la cristiandad como Roma, Jerusalén, Constantinopla y Antioquía. En el siglo X los mapas alcanzan más protagonismo cuando se comienzan a elaborar a toda una página.
Mapas de abadía
En la baja Edad media se popularizan los mapamundis de abadía. Grandes mapas con un fin pedagógico que colgaban de los muros, altares y naves principales de las iglesias. Ofrecían más información con las inscripciones a los topónimos; además añadieron leyendas explicativas procedentes de los textos clásicos, relatos de viajeros y crónicas nacionales.
En los mapamundis reflejaban los principales hechos históricos y geográficos, indicando los principales acontecimientos y lugares que el mapista consideraba relevantes. No podía faltar el simbolismo cristiano, por lo que aparecen también los principales hitos del cristianismo: la creación, la Salvación y el Juicio Final. La novedad fue la introducción del imaginario fantástico, o sea, los monstruos.
Las principales fuentes para la incorporación visual de este universo fantástico a los mapamundis fueron las descripciones de Plinio el Viejo en Naturalis Historia de monstruos mitológicos como Escila y Caribdis, Sirenas o Tritones y nereidas; relatos de la biblia como Gog y Magog y las leyendas de Solino en The collectanea resum memorabilium donde encontramos unicornios, basiliscos y otros seres extraños.
Entre los siglos XIII y XIV la nobleza y el clero empiezan a adquirir estos inmensos mapamundis para decorar los palacios ducales y cámaras papales. En los últimos siglos de la Baja Edad Media se implementan innovaciones técnicas que tiene relación con la aparición de los Portulanos (colección de planos de varios puertos, encuadernada en forma de atlas) y el uso otra vez de la obra de Ptolomeo, Geographia.
Mapas Tardomedievales
En este periodo comprendido entre los inicios del siglos XIV y mediados del XV los mapas evolucionan al humanismo propio del Renacimiento. Estos mapas mantienen esa forma circular propia de los mapas «T» en «O». Sin embargo, encontramos elementos nuevos como la orientación al sur, propia de la influencia árabe; precisión geográfica como es el caso de la costa y algunas regiones de África gracias al uso de las cartas de Navegación y la incorporación de nuevos lugares como Japón gracias a relatos de grandes viajeros como el viaje de Marco Polo a Asia en el siglo XIII.
Los mapas de transición mostraban cada vez mayor precisión del mundo. Un ejemplo es El mappamundi de Vesconte (1320), que mezclaba los mapas de «T» en «O» con los Portulanos para ofrecer un mapamundi más preciso; costas mediterráneas bien perfiladas, incorporación de toda la información geográfica de la época y las líneas de rumbo típicas de las cartas de navegación. Ya en el Renacimiento los mapas se alejan de la religión y buscan tener una base empírica, sobre todo cuando se convirtieron en una herramienta fundamental para los centros de poder europeos.
Bibliografía
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